Si no vivimos para amar, entonces ¿para qué vivimos?
Después de una semana extraordinaria, con un hombre extraordinario, vuelvo a caer en el amor. Ya se, los que me conocen dirán en voz alta "¿otra vez?", pero repito el título de esta entrada: si no vivimos para amar, entonces ¿para qué vivimos?
Esta vez, ha sido muy diferente: un encuentro casual se convirtió en seis días de bailes, hablar hasta el amanecer, conocer a su familia, compartir con sus amigos y darnos besos, muchos besos.
Caminaba mirando el celular mientras cuadrábamos nuestro encuentro. Fue en ese momento en el que subí la cabeza y lo vi.
- Soy yo - le dije como saludo.
- Soy yo - dijo riendo.
Decidí aceptar una salida por la forma en que me saludó, porque me gustaron sus ojos, su pequeña descripción del mundo, porque prometió leerme mientras esperaba el encuentro.
Es un hombre muy inteligente y eso se puede saber en el saludo, en su historia de vida, en su conversación llena de humor, de ese que solo entiende el que no se toma las cosas a pecho, el que sabe burlarse de sí mismo. Así, con su voz profunda, con sus manos grandes, el pelo despelucado y la mochila terciada me dijo:
- ¿Cerveza?
- Ok - respondí un poco pensando en qué terminaría esa tarde que recién comenzaba, pensando en que el alcohol no me quitaría la voluntad, para después entender que la voluntad la perdí con su conversación, con su risa.
Así, hablamos frente a una jarra de cerveza, nos tomamos el mundo en dos horas, hablamos de sus viajes, de los míos y nos reímos sin razón aparente. Él estaba en Colombia por el matrimonio de su mejor amigo, pero en realidad vive en Suiza, y viajaba de vuelta el lunes siguiente. Era martes.
- ¿Vamos a comer?
- Está bien, tú escoges.
Hablar, comer y sentirnos tan a gusto que no hay necesidad de mentir. Mirarlo a los ojos y superar el hecho de haber pasado 4 horas con él, un desconocido que me permitiría montársela, conocerlo, conocer a su familia, contarle cosas y escucharlo. Reírnos fue fácil, destaparnos otro tanto.
- Nos tomamos algo - preguntó al salir del restaurante.
- Mmmmm la verdad no puedo... Tengo que hacer mercado... mira el mensaje que me puso mi mamá: "Ya se acabó el papel no hay ni un pedacito"... ¿Me acompañas?
- Jajajajja bueno... Está bien, vamos.
Son las 10:30 de la noche, nos encontramos a las 6, nos hablamos por primera vez a las 2... ¿qué le pasa a mi mente, qué le pasa a la mente de él, que conocernos es tan fácil, que pasar el tiempo juntos nos sale natural?
- Esa es la sección de licores... Si quieres compramos algo y nos lo tomamos en mi casa, tu querías tomar, ¿no?
- Está bien...
- Además, necesito que cargues el mercado jajajjajaj
Verlo a los ojos, no dejar de hacerlo y esperar paciente un beso. Primero suave, muy suave, para luego convertirse en un beso apasionado contra una pared.
La noche parecía no tener fin, pero el contexto, la vida, la realidad que olvidamos cada vez que estamos juntos nos obligó a separarnos a las 4 de la mañana.
Brindamos por nuestras primeras 10 horas juntos, por un amor absurdo.
Situaciones más grandes que nosotros
Al día siguiente prima el deseo, lo que comenzó con besos exige ser llevado a cabo.
No obstante, nos vamos envolviendo, ya conoce mi casa, me invita a conocer a sus amigos y en un acto irracional a sus papás y su hermano.
"No es como lo estás narrando", lo escucho decir en mi mente, pero soy yo la que escribe, así que mi versión es la que queda sobre la mesa.
26 horas de conversación (así como si fueran horas de vuelo para los pilotos) y tenemos el instinto de saber que seremos amigos, con ganas de algo más, pero la base ya la tenemos. Salir juntos es solo el acto perfecto de no ocultarnos cosas, es ver los contextos.
Después de una cerveza, caminamos hacía el hotel en donde pasaríamos la noche. Leyó en mi mente la pregunta más obvia:
- ¿Tienes...?
- Tres
Me sorprendió que no necesitáramos decir más. En realidad, has sido una sorpresa completa. Aún estoy en shock.
Comenzar con un beso, y saber que mi cuerpo reacciona a su boca, a sus caricias, a su lengua... Dejarme llevar entre sus manos, brazos y piernas, entre sus grandes dimensiones de un hombre de 1.80. Aún vestido sentirlo duro contra mí. Comenzar a conocer poco a poco su desnudez. Sorprenderme de lo mucho que me gusta su cuerpo, sorprenderme con su erección, sentirme pequeñita a su lado, envuelta por él, sentirme segura, excitada, completamente entregada a él.
Comienza a sudar y me sumerjo entre nuestra humedad, la que hemos provocado. Me siento la mujer más bonita del mundo de producir tal pasión en él, me siento la mujer más bonita del mundo porque no ha dejado de decírmelo desde que lo conozco, porque me desea, porque me llena, porque en el tiempo en el que estamos unidos quiero gritar que lo quiero, pero lo callo, ese tipo de cosas no se dicen a las 30 horas de conocer a alguien, pero ¿cuál es el problema?
- Te quiero - me dice sin pena.
- Yo a ti Lejo
- ¡¿Que qué?! - me responde con su gran sonrisa.
- Que te quiero Alejandro.
Llegar a mi casa de nuevo a las 4 de la mañana y comenzar a acumular menos horas de sueño. El jueves, comimos en la casa de uno de sus amigos, otra vez la noche pareció pasar mucho más rápido que nosotros... el tiempo no perdona.
El viernes visitamos nuevamente a sus padres, con un poco más de confianza me deshago en encanto, sí, ese encanto que tengo cuando sonrió de verdad, cuando hago comentarios que no debo de la forma más inocente del mundo. Alejandro admira todo de mí y no para de decírmelo en frases siempre acompañadas por los besos más dulces.
Después del momento familiar salimos a bailar, el encuentro con mis amigos fracasa, a pesar de mis ganas de mostrarme con él, de presentarlo, de mostrarlo como un trofeo, porque sí, me siento orgullosa de estar a su lado, porque en cuatro días me enamoré, porque él no es solo el mejor hombre del mundo, sino que me hace ser la mejor mujer del mismo.
Mirarnos a los ojos mientras bailamos, ver nuestros cuerpos moverse aún sin tocarnos nos hace saberlo: estamos hechos el uno para el otro. Pasamos de un bar a otro, bailamos salsa hasta el amanecer y nos emborrachamos con tequila.
Lo admiro. Este hombre, este dios, me quiere, está conmigo, solo conmigo. No es mi novio, es mi amigo, es mi pareja de baile, es mi compañía, es la confianza que no me tengo a mí misma, es todas las palabras dulces, el baile sexy, mi fantasía adolescente cuando se coge el pelo, cuando se quita las gafas, cuando me mira y me baila. Es quien me escucha y se ríe de mis ocurrencias, es quien me enseña y me debate, me obliga a argumentar, me hace soñar.
Amigos
Llegamos a donde sus amigos como estrellas de cine, el de esmoquin y converse rojos y yo con un vestido rojo que combina a la perfección. No burlamos de la gente que nos rodea y creamos ficciones sobre nuestro primer encuentro:
- Nos conocimos haciendo mercado, yo le pregunté que pasta me recomendaba - dice Alejandro completamente convencido.
- Yo los presenté - explica su amigo, dándose créditos y pidiendo ser padrino en el futuro.
- Lo conocí en mi primera fiesta de quince, lo rechacé porque era una niña - cuento yo recordando todos los momentos en los que nos hemos cruzado en la vida.
Las versiones varían de persona en persona. Al final, el papá del novio nos felicita por ser una pareja tan bonita, por haber bailado toda la noche. Y es que así es la conexión que tengo con él. Nos miramos sin pena, con las ganas del beso, me abraza y levanta mientras damos vueltas y yo me muero de la risa. Ya se que está ultra cursi, pero no miento.
Nos enamoramos en 6 días. Lo hicimos, tanto que la felicidad se mezcla con la tristeza de no vivir en la misma ciudad. Hemos decidido no tener una relación a distancia, por lo menos no una relación de novios.
Se que va a ser mi amigo, no importa lo que pasé, que el "para siempre" dura lo que tenga que durar y que estaremos en contacto ese periodo de tiempo. Si el futuro cambia nuestra historia y la transforma en algo más, tendremos que darnos palmaditas en la espalda y decir "¡que hijueputa suerte!", pero por el momento, somos muy afortunados porque el primer paso está dado y lo dimos sin miedo: nos conocimos.
Quiero creer que la magia es tan fuerte que hace que la distancia sea tan relativa como el tiempo.
Estamos vivos.
Esta vez, ha sido muy diferente: un encuentro casual se convirtió en seis días de bailes, hablar hasta el amanecer, conocer a su familia, compartir con sus amigos y darnos besos, muchos besos.
Caminaba mirando el celular mientras cuadrábamos nuestro encuentro. Fue en ese momento en el que subí la cabeza y lo vi.
- Soy yo - le dije como saludo.
- Soy yo - dijo riendo.
Decidí aceptar una salida por la forma en que me saludó, porque me gustaron sus ojos, su pequeña descripción del mundo, porque prometió leerme mientras esperaba el encuentro.
Es un hombre muy inteligente y eso se puede saber en el saludo, en su historia de vida, en su conversación llena de humor, de ese que solo entiende el que no se toma las cosas a pecho, el que sabe burlarse de sí mismo. Así, con su voz profunda, con sus manos grandes, el pelo despelucado y la mochila terciada me dijo:
- ¿Cerveza?
- Ok - respondí un poco pensando en qué terminaría esa tarde que recién comenzaba, pensando en que el alcohol no me quitaría la voluntad, para después entender que la voluntad la perdí con su conversación, con su risa.
Así, hablamos frente a una jarra de cerveza, nos tomamos el mundo en dos horas, hablamos de sus viajes, de los míos y nos reímos sin razón aparente. Él estaba en Colombia por el matrimonio de su mejor amigo, pero en realidad vive en Suiza, y viajaba de vuelta el lunes siguiente. Era martes.
- ¿Vamos a comer?
- Está bien, tú escoges.
Hablar, comer y sentirnos tan a gusto que no hay necesidad de mentir. Mirarlo a los ojos y superar el hecho de haber pasado 4 horas con él, un desconocido que me permitiría montársela, conocerlo, conocer a su familia, contarle cosas y escucharlo. Reírnos fue fácil, destaparnos otro tanto.
- Nos tomamos algo - preguntó al salir del restaurante.
- Mmmmm la verdad no puedo... Tengo que hacer mercado... mira el mensaje que me puso mi mamá: "Ya se acabó el papel no hay ni un pedacito"... ¿Me acompañas?
- Jajajajja bueno... Está bien, vamos.
Son las 10:30 de la noche, nos encontramos a las 6, nos hablamos por primera vez a las 2... ¿qué le pasa a mi mente, qué le pasa a la mente de él, que conocernos es tan fácil, que pasar el tiempo juntos nos sale natural?
- Esa es la sección de licores... Si quieres compramos algo y nos lo tomamos en mi casa, tu querías tomar, ¿no?
- Está bien...
- Además, necesito que cargues el mercado jajajjajaj
Verlo a los ojos, no dejar de hacerlo y esperar paciente un beso. Primero suave, muy suave, para luego convertirse en un beso apasionado contra una pared.
La noche parecía no tener fin, pero el contexto, la vida, la realidad que olvidamos cada vez que estamos juntos nos obligó a separarnos a las 4 de la mañana.
Brindamos por nuestras primeras 10 horas juntos, por un amor absurdo.
Situaciones más grandes que nosotros
Al día siguiente prima el deseo, lo que comenzó con besos exige ser llevado a cabo.
No obstante, nos vamos envolviendo, ya conoce mi casa, me invita a conocer a sus amigos y en un acto irracional a sus papás y su hermano.
"No es como lo estás narrando", lo escucho decir en mi mente, pero soy yo la que escribe, así que mi versión es la que queda sobre la mesa.
26 horas de conversación (así como si fueran horas de vuelo para los pilotos) y tenemos el instinto de saber que seremos amigos, con ganas de algo más, pero la base ya la tenemos. Salir juntos es solo el acto perfecto de no ocultarnos cosas, es ver los contextos.
Después de una cerveza, caminamos hacía el hotel en donde pasaríamos la noche. Leyó en mi mente la pregunta más obvia:
- ¿Tienes...?
- Tres
Me sorprendió que no necesitáramos decir más. En realidad, has sido una sorpresa completa. Aún estoy en shock.
Comenzar con un beso, y saber que mi cuerpo reacciona a su boca, a sus caricias, a su lengua... Dejarme llevar entre sus manos, brazos y piernas, entre sus grandes dimensiones de un hombre de 1.80. Aún vestido sentirlo duro contra mí. Comenzar a conocer poco a poco su desnudez. Sorprenderme de lo mucho que me gusta su cuerpo, sorprenderme con su erección, sentirme pequeñita a su lado, envuelta por él, sentirme segura, excitada, completamente entregada a él.
Comienza a sudar y me sumerjo entre nuestra humedad, la que hemos provocado. Me siento la mujer más bonita del mundo de producir tal pasión en él, me siento la mujer más bonita del mundo porque no ha dejado de decírmelo desde que lo conozco, porque me desea, porque me llena, porque en el tiempo en el que estamos unidos quiero gritar que lo quiero, pero lo callo, ese tipo de cosas no se dicen a las 30 horas de conocer a alguien, pero ¿cuál es el problema?
- Te quiero - me dice sin pena.
- Yo a ti Lejo
- ¡¿Que qué?! - me responde con su gran sonrisa.
- Que te quiero Alejandro.
Llegar a mi casa de nuevo a las 4 de la mañana y comenzar a acumular menos horas de sueño. El jueves, comimos en la casa de uno de sus amigos, otra vez la noche pareció pasar mucho más rápido que nosotros... el tiempo no perdona.
El viernes visitamos nuevamente a sus padres, con un poco más de confianza me deshago en encanto, sí, ese encanto que tengo cuando sonrió de verdad, cuando hago comentarios que no debo de la forma más inocente del mundo. Alejandro admira todo de mí y no para de decírmelo en frases siempre acompañadas por los besos más dulces.
Después del momento familiar salimos a bailar, el encuentro con mis amigos fracasa, a pesar de mis ganas de mostrarme con él, de presentarlo, de mostrarlo como un trofeo, porque sí, me siento orgullosa de estar a su lado, porque en cuatro días me enamoré, porque él no es solo el mejor hombre del mundo, sino que me hace ser la mejor mujer del mismo.
Mirarnos a los ojos mientras bailamos, ver nuestros cuerpos moverse aún sin tocarnos nos hace saberlo: estamos hechos el uno para el otro. Pasamos de un bar a otro, bailamos salsa hasta el amanecer y nos emborrachamos con tequila.
Lo admiro. Este hombre, este dios, me quiere, está conmigo, solo conmigo. No es mi novio, es mi amigo, es mi pareja de baile, es mi compañía, es la confianza que no me tengo a mí misma, es todas las palabras dulces, el baile sexy, mi fantasía adolescente cuando se coge el pelo, cuando se quita las gafas, cuando me mira y me baila. Es quien me escucha y se ríe de mis ocurrencias, es quien me enseña y me debate, me obliga a argumentar, me hace soñar.
Amigos
Llegamos a donde sus amigos como estrellas de cine, el de esmoquin y converse rojos y yo con un vestido rojo que combina a la perfección. No burlamos de la gente que nos rodea y creamos ficciones sobre nuestro primer encuentro:
- Nos conocimos haciendo mercado, yo le pregunté que pasta me recomendaba - dice Alejandro completamente convencido.
- Yo los presenté - explica su amigo, dándose créditos y pidiendo ser padrino en el futuro.
- Lo conocí en mi primera fiesta de quince, lo rechacé porque era una niña - cuento yo recordando todos los momentos en los que nos hemos cruzado en la vida.
Las versiones varían de persona en persona. Al final, el papá del novio nos felicita por ser una pareja tan bonita, por haber bailado toda la noche. Y es que así es la conexión que tengo con él. Nos miramos sin pena, con las ganas del beso, me abraza y levanta mientras damos vueltas y yo me muero de la risa. Ya se que está ultra cursi, pero no miento.
Nos enamoramos en 6 días. Lo hicimos, tanto que la felicidad se mezcla con la tristeza de no vivir en la misma ciudad. Hemos decidido no tener una relación a distancia, por lo menos no una relación de novios.
Se que va a ser mi amigo, no importa lo que pasé, que el "para siempre" dura lo que tenga que durar y que estaremos en contacto ese periodo de tiempo. Si el futuro cambia nuestra historia y la transforma en algo más, tendremos que darnos palmaditas en la espalda y decir "¡que hijueputa suerte!", pero por el momento, somos muy afortunados porque el primer paso está dado y lo dimos sin miedo: nos conocimos.
Quiero creer que la magia es tan fuerte que hace que la distancia sea tan relativa como el tiempo.
Estamos vivos.
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