Delirios de grandeza

Amo usar tacones, no es una tortura montarme en 10 cm con plataforma, al contrario, disfruto como cambia mi postura, mi forma de caminar se acentúa y me transformo en alguien más alto. Recuerdo con amor todos mis zapatos, los que me han acompañado durante el camino.

La primera vez que use unos tacones fue a los 15 años y mi mamá se sorprendió porque sabia caminar con ellos, fue seguir mi instinto, enderezarme y taconear (talón - punta - talón - punta), para no parecer rompiendo huevos.

Desde que puedo usarlos he caminado, corrido (detrás de un ladrón), bailado y conquistado montada en un sinnúmero de tacones. No niego que he terminado con ellos en las manos en más de un amanecer, que se han enterrado en la arena y que antes de mi cumpleaños me torcí un pie caminando con un par de botines de 11 cm, es decir los tacones no son perfectos, pero son un vicio difícil de dejar. 

Recuerdo unos que amaba como se veían puestos y los compre en un ataque, pero no los aguantaba sino solo una hora y claro mi novio de esa época se quejaba "¡porqué te compraste eso!".

Estoy orgullosa de mis tacones, de colores, negros, con punta, plataforma o sin ella. Si tuviera plata seguramente tendría muchos más, en las mañanas suelo elegir mi ropa según cuales tacones quiero usar ese día. 

Creo que esta pequeña obsesión por los tacones se debe a mis delirios de grandeza...





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