Las ratas

Camino desprevenida por las calles de la ciudad, miro hacía el cielo porque pocas veces tengo la oportunidad de hacerlo, una vez por caminar más allá del suelo, un gamín me robó 5000 pesos, pero hoy, a pesar de la experiencia, una vez más mis pies se mueven muy por encima del piso.

Al llegar a las escaleras de un puente peatonal cualquiera, me asusta su presencia. Se trata de una rata, pero al mirar bien son tres, cada una en un escalón. El miedo me hace pensar que me van a saltar a la yugular en cualquier momento, que ellas están mucho más tranquilas que yo y que, por supuesto, tengo todas las de perder.

Camino nerviosa y bajo el primer escalón, la primera se esconde en la sombra, bajo el segundo escalón y la rata a la que le corresponde este espacio, me mira, pero no se mueve, parece mucho más altiva y valiente que yo, intento mantener la calma, mientras solo deseo estar en otro lugar. La última está dos pasos más abajo, llego a su territorio con paso firme pero temeroso, es decir con ganas de saber saltar en tacones y no tener que pisar su escalón.

Estoy tan concentrada que no se si alguien más las ha notado, no se si algún espectador está mirando atento a que una rata me salte encima. Sin quererlo, cada vez que veo y presiento sus movimientos emito un pequeño grito.

El espacio entre ella y yo parece mínimo, se que es el miedo quien juega con las dimensiones, me imagino a sus compañeras esperando al acecho para hacer un ataque en conjunto. Piso el escalón, nada ocurre. Bajo el escalón, toco piso firme y decido comenzar a correr.

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