Un lugar para estar
Hace poco hice un trato con un amigo para escribir sobre un lugar en el que nos gustara estar. Los dos comenzamos con pequeñas descripciones de sentimientos relaciones con lugares, para descubrir que lo que mas nos gusta de un sitio específico siempre está relacionado con algo que sentimos. Sin embargo, continuamos en la tarea y este es mi resultado:
Un lugar para estar:
El cielo azul se ve a través de las ramas de un árbol. Estoy sentada con una botella de vino y mi computador frente al lago.
La terraza tiene el piso de ladrillos, una estufa de leña y un asador. Sobre el muro se ven las ramas de los árboles.
Yo estoy sentada en una mesa de madera, cuyas sillas están integradas. Esta llena de flores pintadas a mano.
Las gallinas y los patos revolotean a mi alrededor dándole un nuevo sentido a los sonidos de la naturaleza. Los patos entran y salen del agua en manada, rechazando a uno solo que es diferente a los demás.
De un parlante se escucha un son cubano. El ruido de mis manos golpeando las teclas del computador se confunde con el resto del ambiente. Bebo una copa más de vino.
Este lugar ubicado en Guasca, hace parte de una casa más amplia y es para mi uno de los espacios en los que más me gusta estar por el contraste de los colores que se observa aún en los días grises, por sus sonidos característicos, porque me siento segura e inspirada en él.
En esta terraza he bailado, leído, escrito, he alimentado animales, consentido perros, cortado leña, he luchado contra el fuego (prender una estufa de leña es todo un proceso), he repartido trago, he llorado y he reído, entre muchas otras cosas, durante más de 20 años.
Este es mi lugar para estar.
Un lugar para estar:
El cielo azul se ve a través de las ramas de un árbol. Estoy sentada con una botella de vino y mi computador frente al lago.
La terraza tiene el piso de ladrillos, una estufa de leña y un asador. Sobre el muro se ven las ramas de los árboles.
Yo estoy sentada en una mesa de madera, cuyas sillas están integradas. Esta llena de flores pintadas a mano.
Las gallinas y los patos revolotean a mi alrededor dándole un nuevo sentido a los sonidos de la naturaleza. Los patos entran y salen del agua en manada, rechazando a uno solo que es diferente a los demás.
De un parlante se escucha un son cubano. El ruido de mis manos golpeando las teclas del computador se confunde con el resto del ambiente. Bebo una copa más de vino.
Este lugar ubicado en Guasca, hace parte de una casa más amplia y es para mi uno de los espacios en los que más me gusta estar por el contraste de los colores que se observa aún en los días grises, por sus sonidos característicos, porque me siento segura e inspirada en él.
En esta terraza he bailado, leído, escrito, he alimentado animales, consentido perros, cortado leña, he luchado contra el fuego (prender una estufa de leña es todo un proceso), he repartido trago, he llorado y he reído, entre muchas otras cosas, durante más de 20 años.
Este es mi lugar para estar.
Foto de. Os Palacios |
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