El poder de las palabras (II Parte)

El año pasado escribí la entrada: Complejidad masculina o el poder de las palabras, pues bien hoy escribo pensando en lo contrario, ¿qué pasa cuando las palabras vienen de ellos y somos nosotras las que nos comemos el cuento?

Hace una semana una amiga llegó con una faja puesta, mi pregunta fue: "¿y eso?", a lo que ella naturalmente respondió "fer me dijo gorda".

Fer se va a casar con ella, ya están comprometidos, y se supone que la acepta tal cual es (está dispuesto a pasar su vejez con ella y debe pensar que en algún momento todos nos arrugamos, engordamos, adelgazamos, pero en resumen nos hacemos viejos), pero ella se ha metido en una dieta, ahora hace ejercicio (zumba que está de moda) y anda con una faja, solo porqué él la vio "gorda".

Las mujeres estamos dispuestas a aceptar los cambios físicos que tengan los hombres que amamos, ¿acaso los hombres piensan igual? o ¿la crítica a nuestros cuerpos la hacen en un estado de inconsciencia en el que separan las ideas de la boca y se dice cualquier cosa?

Hay un dicho que dice "tanta agua va al cántaro que la rompe", pues bien soy una convencida de que uno atrae lo que repite. Así que si todos los días te dicen "estas fea", "te vas a emborrachar", "te ves viejo", "no hay plata", "eres una mala madre" y otras tantas frases, pues se harán realidad.

No exagero cuando digo que conozco historias de parejas en las que las palabras se han vuelto realidad. Había una en la que ella era mayor que él y ella a diario le decía a él: "que viejos estamos" o "como estás de viejo", ella manipulaba a su pareja para no ser ella la vieja.

Otra más tuvo cáncer después de aguantar por más de 20 años los comentarios de "es que tu eres toda alborotada", "mala madre", y "puta", esta última nunca con esa palabra, pero si te juzgan por gustarte el sexo, por no llegar virgen al matrimonio, por haber tenido parejas antes de la actual, todos los señalamientos apuntan a que no "eres lo suficientemente perfecta y pura" para esa persona y sus comentarios siempre estaban indagando a quien hizo qué, en dónde y cuándo...

¿En qué momento las palabras se vuelven realidad? ¿Somos nosotros los que le damos el poder? o ¿todo depende de quien nos diga las cosas? Creo que esto no tiene género, debemos ser conscientes del daño que podemos hacer ante malos comentarios, ante comentarios descachados con quien más queremos.

He intentado aplicar algo a mi vida (creo que he fallado ostensiblemente), se trata de procurar decir solo cosas buenas cuando veamos a las personas, y si no hay nada bueno que decir porque la persona está gorda, mal vestida, desarreglada, etc, quedarme callada. Es un ejercicio que cuesta muchísimo trabajo, sobretodo por que a veces consideramos que decirle a los que más queremos que no se ven bien es por su bien, para que se arreglen, así que quizá solo sea un ejercicio de aprender a hablar, aprender a decir "arréglate un poquito, métete a dieta o córtate el pelo" con diplomacia.

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