¿Qué esperamos?
Hoy estaba pensando en las velaciones, el último adiós que se le da a las personas. Pensaba en que si me muriera hoy muchas personas irían a presentar sus respetos a mi familia, se reunirían para hablar un poco sobre todo, sobre dónde o cómo me conocieron, alguna que otra historia de vida, se reirían recordando y quizá alguna que otra lágrima por entender que la vida es esto que pasa tan rápido que no tenemos tiempo de analizarla. La tristeza duraría poco, porque en un mundo frenético no tenemos
Lo más raro es que este pensamiento, este evento imaginado, tendría muchas más personas presentes que mi cumpleaños. Y entender esto me parece fuerte. Entender que nos cuesta estar presentes porque un mensaje de texto está más a la mano que tomar un taxi y dar un abrazo. Que podemos hacer miles de promesas escritas, estamos llenos de posibilidades de almuerzos, cervezas y cafés, pero tomar la decisión de movernos de salir de nuestra comodidad, de nuestro cansancio, de nuestra soledad es más difícil de lo que creemos y no lo digo para quejarme de nadie, a mí también me pasa.
Las excusas son ilimitadas, la plata, el cansancio, la gente, las pantallas, el tiempo...
El viernes pasado que celebré mi cumpleaños estuve feliz. No fueron todas las personas que invité (en realidad fueron menos de un tercio), pero me sentí completa, me sentí muy feliz.
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