Para viajar a Cuba

Se que no he terminado mi recorrido por Perú y Bolivia, y que además estoy en deuda de publicar sobre San Agustín y Semana Santa en Popayán, pero me salto esos destinos en un arranque de amor por Cuba.


El taxi al aeropuerto
Es cierto que ir a Cuba es como viajar en el tiempo, sus fachadas a punto de caerse, los carros viejos, y ese respeto por lo antigüo  conservado por la escasez  de internet. Es un viaje en el tiempo porque aunque lo tienen todo (o por lo menos es la sensación siendo turistas), se han quedado en un espacio con ideas propias, sin excesos y una represión que sale sin querer en pequeños detalles.


Para ir a Cuba es necesario tener plata en efectivo, toda. La tasa de cambio no es favorable para los colombianos y cada CUC equivale a cerca de un euro y difícilmente se podrá sacar plata en un cajero en La Habana, por eso es que es mejor llegar con todo el dinero en efectivo.

Casa de cambio del aeropuerto
A nosotros (Camilo y a mí) nos fue muy bien pidiéndole a un taxista que nos llevara a cambiar plata por fuera del aeropuerto, para no hacer fila, no nos cobró de más y conseguimos una mejor tasa, sin embargo como acabábamos de llegar al país, aún no sabíamos eso y no cambiamos toda la plata que llevábamos. Primer consejo: cambien por fuera del aeropuerto y háganlo con toda la plata que tengan. Segundo consejo: lleven euros, los cambian a mejor tasa que los dólares y cobran menos comisión.

Mi tercer consejo, tiene anécdota de robo... no fue un atraco a mano armada, pero recién llegados a la isla, nos ofrecieron comer en un restaurante típico carísimo y caímos. Una comida que el resto de los días conseguimos en 10 cuc cada uno, nos costó 25 por cabeza ese día (equivalente a 150.000 pesos colombianos). Después de eso, aprendimos la lección de preguntar en varias partes antes de comprar lo primero que nos ofrecieran y a controlar nuestros gastos.

Una de las cervezas de la isla, más fuerte. 
No podría hablar de lo mejor de Cuba, porque solo estuvimos en La Habana, por tres días, pero viviendo en Bogotá, en donde todo lo roban, en dónde siempre estamos atentos a los ladrones, diría que la sensación de que la isla es "sana", que podíamos caminar en las noches y no tendríamos problemas, fue lo mejor.





La Habana es mágica, porque cada esquina tiene algo que contar, porque está llena de visitas de escritores y artistas, porque se respira arte y creatividad.  Con cada trago de ron (de muy buena calidad) te bebes una historia y te fumas un tabaco.

La Floridita, con el mejor Daiquirí y Hemingway acompañando cada trago. 

La Boseguita del Medio, con el mejor Mojito y las firmas en todas las paredes.
Pero no es solo ron lo que se encuentra en esta isla del Caribe, es música lo que rodea todo, es baile reprimido.




Podría nombrar todos los espacios increíbles que existen en esta ciudad, lo mucho que quiero volver y recorrer las playas, seguir haciendo historia en La Habana, pero creo que no hay mucho que decir, se necesita visitarla para entender.


Como último consejo yo diría que una dosis de desconfianza es sana, pero a veces vale la pena liberarse un poco y creer. En la Habana todo el mundo se acercará en la calle a hablarte, uno siempre pensará que es por plata, pero la mayoría de las veces no te pedirán ni la hora.

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