Ruborizarse

Dude mucho de escribir esta entrada porque es sobre sexo, puntualmente sobre mi sexualidad.
Uno duda si contar cosas intimas es bueno o malo, la verdad a mí me dan igual, me parece divertido dar de que hablar y al mismo tiempo ruborizar.
Fue esto lo que sucedió cuando le conté a mi novio que tenía mi propio vibrador.
Lo llamo mi amigo amarillo o Merlín (porque se supone que hace magia), pero les cuento un vibrador no es tan fácil de manejar como lo pintan...
Yo llegué a hacer esta compra luego de conocer una y otra vez hombres sin futuro. No quería seguir  teniendo sexo para sentirme bien si esta sensación solo iba a durar un rato y luego iba a estar acompañada por un gran vacío.
Fue así como decidí hacerle frente a mis hormonas y calmarlas con un sustituto que no implicara consecuencias sentimentales o posibles vínculos innecesarios.
Por recomendación de una amiga llegué a un lugar especializado en estos elementos (ojo sería una sex shop, pero por aquello de ser una dama hay que llamarlo boutique sexual).
Después de una clase larga sobre juguetes, me decidí por un vibrador. La diferencia entre él y un dildo es que usa pilas y tiene movimiento propio. Cualquier juguete sexual tiene que ser usado con lubricantes y ser lavado después del uso. La higiene es básica.
La cosa es que probando descubrí que las mujeres necesitamos conocernos mejor. Para poder sentir requerimos imágenes igual que los hombres, imaginación. No es tan fácil acceder a pornografía que nos guste, no es tan fácil encontrar el lugar adecuado para sentir placer.

Comprar un juguete es estar dispuesto a jugar. Sobre mi novio aún le tiene miedo a mi amigo amarillo, yo solo quiero que aprenda que no lo está reemplazando (ni se acerca a hacerlo), solo que en la vida sexual de las parejas tiene que haber espacio para el juego y la experimentación. 

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