Abrazos gratis
Robando ideas de cuentos que ya he leído, de historias románticas extraordinarias o simplemente sumando a mi listado de Encuentros.
Su día comenzó de forma particular. Había dormido como un tronco después de haber jugado fútbol, así que al despertar ya se le había hecho tarde, se arregló rápido, cogió su mochila y salió corriendo sin desayunar.
Tomó el primer bus que pasó y en el afán se le enredaron los píes, el bus frenó y cayó sobre una señora. Ella muy brava lo cogió a sombrillazos, haciendo que todo el bus soltara la risa. Después de disculparse rojo, y también riéndose, se acomodó en la parte de atrás para seguir su camino. Iba oyendo música, y decidió que la mejor canción para ese momento era Happy de Pharrel Williams.
Se preparaba para una jornada larga, no solo era la queja de sus músculos adoloridos por el partido del día anterior, era enfrentarse a su timidez extrema en abrazos gratis para desconocidos. El plan era fácil, pararse en la plaza al frente de la iglesia, con una camiseta con el letrero "abrazos gratis". Los primeros son siempre los más difíciles, pensaba mientras sonreía ante la idea de extender los brazos como un oso gigante y asustar un poco a los transeúntes...
Comenzó con los conocidos, aquellos viejitos que siempre están viendo a la gente pasar, que se sientan con un pedazo de pan para las palomas, que se sienten invisibles para los demás. Los abrazos no solo les daba a ellos la importancia que necesitaban, el contacto físico anhelado, el efecto también era para él, le daban una razón para seguir viviendo.
Fue así como poco a poco ganó confianza, hasta que la gente hacía fila para recibir uno de sus abrazos.
No se dio cuenta, pero era observado, ella estaba al otro lado de la plaza tomándole fotos mientras repartía abrazos. Lo miraba a través del lente y disparaba, sin evitar sonreír. Pasó una hora hasta que se decidió.
Se acercó mordiéndose los labios con la cámara colgada de lado. Él estaba de espaldas, pero de alguna forma la presintió. Se volteó aún sonriendo, pero cuando la vio, solo consiguió ponerse serio. No era la clase de hombre que logra sonreír abiertamente a los desconocidos y al regalar abrazos era como si se pusiera en otra piel, para ella, quería ser él.
Se miraron a los ojos y sin razón la respiración de él se aceleró. Sentían la conexión, ella dio un paso al frente para abrazarlo, y él estuvo a punto de dar uno atrás, pero se mantuvo en donde estaba y recibió el abrazo, que por esta vez él no ofrecía.
Olió su pelo, y empezó a derretirse, se envolvió en ella, y decidió que nunca más la quería soltar.
Su día comenzó de forma particular. Había dormido como un tronco después de haber jugado fútbol, así que al despertar ya se le había hecho tarde, se arregló rápido, cogió su mochila y salió corriendo sin desayunar.
Tomó el primer bus que pasó y en el afán se le enredaron los píes, el bus frenó y cayó sobre una señora. Ella muy brava lo cogió a sombrillazos, haciendo que todo el bus soltara la risa. Después de disculparse rojo, y también riéndose, se acomodó en la parte de atrás para seguir su camino. Iba oyendo música, y decidió que la mejor canción para ese momento era Happy de Pharrel Williams.
Se preparaba para una jornada larga, no solo era la queja de sus músculos adoloridos por el partido del día anterior, era enfrentarse a su timidez extrema en abrazos gratis para desconocidos. El plan era fácil, pararse en la plaza al frente de la iglesia, con una camiseta con el letrero "abrazos gratis". Los primeros son siempre los más difíciles, pensaba mientras sonreía ante la idea de extender los brazos como un oso gigante y asustar un poco a los transeúntes...
Comenzó con los conocidos, aquellos viejitos que siempre están viendo a la gente pasar, que se sientan con un pedazo de pan para las palomas, que se sienten invisibles para los demás. Los abrazos no solo les daba a ellos la importancia que necesitaban, el contacto físico anhelado, el efecto también era para él, le daban una razón para seguir viviendo.
Fue así como poco a poco ganó confianza, hasta que la gente hacía fila para recibir uno de sus abrazos.
No se dio cuenta, pero era observado, ella estaba al otro lado de la plaza tomándole fotos mientras repartía abrazos. Lo miraba a través del lente y disparaba, sin evitar sonreír. Pasó una hora hasta que se decidió.
Se acercó mordiéndose los labios con la cámara colgada de lado. Él estaba de espaldas, pero de alguna forma la presintió. Se volteó aún sonriendo, pero cuando la vio, solo consiguió ponerse serio. No era la clase de hombre que logra sonreír abiertamente a los desconocidos y al regalar abrazos era como si se pusiera en otra piel, para ella, quería ser él.
Se miraron a los ojos y sin razón la respiración de él se aceleró. Sentían la conexión, ella dio un paso al frente para abrazarlo, y él estuvo a punto de dar uno atrás, pero se mantuvo en donde estaba y recibió el abrazo, que por esta vez él no ofrecía.
Olió su pelo, y empezó a derretirse, se envolvió en ella, y decidió que nunca más la quería soltar.
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