Rompecabezas
La vida, para mí, está compuesta de miles de fichas regadas sin sentido, pequeños fragmentos que muestran manchas de colores o figuras abstractas. Un gran rompecabezas listo para ser armado, unir los pedazos para ver la imagen completa, que todo encaje.
Siguiendo esta línea de ideas, se vuelve simple explicar porque es más fácil ver y analizar las situaciones mirando hacia el pasado, ya que hacen parte de un rompecabezas que ya se armó y del cual ya sabemos que fichas hicieron falta para completarlo o cuales nunca encajaron realmente.
Armarlo con juicio y sin desesperarse, parece ser el gran reto. Creer con fe que cada una de esas fichas tiene un sentido más grande y que están casando bien, es algo difícil de hacer. Los “hubiera” en el rompecabezas de la vida son bastante difíciles de cambiar, fichas que pusimos mal con terquedad, sabiendo que no encajaban, pero que insistimos.
A veces recogemos las fichas un poco golpeadas, gastadas de tanto intentar encajarlas: no es necesario que queden puestas de una vez, es mejor conservarlas para después, para poder decirnos “¡Ah! Está iba era acá…”, esto es experiencia, esto es atreverse.
Quizá este concepto no sea aplicable para todo el mundo. Quizá algunos nacieron con la imagen completamente armada, sabiendo de antemano en donde van ubicadas sus piezas y como deben encajar. Quizá algunos nunca llegan a armar nada y se quedan con un montón de experiencias-fichas solitarias que no llegan a engranarse unas a otras.
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