Nostalgia de correo
Creo que los emails han cambiado tanto de perspectiva como lo hizo el correo tradicional, es decir que ya nadie escribe cartas, ni físicas ni electrónicas. El 98% de los mails recibidos son de publicidad, cadenas eternas de información y hasta phishing (fraude de los delincuentes cibernéticos para robar la información financiera).
Me imagino personas que en medio de su soledad leen con atención y sincera emoción correos del príncipe de Arabia, que Bill Gates está repartiendo su fortuna, propuestas de empleo de TATA Interprice o premios de lotería internacional. Somos multimillonarios un sinnúmero de veces gracias a que agentes del FBI hallaron cuentas a nuestro nombre en la última captura de un jaque árabe, solo hay que consignar 300 dólares en un cuenta, para pagar los gastos de traslado de los recursos de una cuenta internacional a una nacional (no se porque no toman plata de los 2,5 millones de dólares prometidos para hacer esta vuelta).
Se podría escribir una novela basada en las historias de los correos fraudulentos: mi hija sufre de una enfermedad desconocida después de haber viajado a una isla desierta en Asia, por favor consigna 500 dólares para ayudarla... Las historias están hechas con acceso para los más inocentes, personas nostálgicas que recibieron cartas en su niñez y adolescencia y ahora esperan que el correo electrónico les devuelva esa emoción.
Quizá sea solo eso, el valor de las cartas ya no existe. Ya casi nadie tiene "pen pals" o la traducción al español que sería como "amigos por correo", el chat y otras formas de inmediata comunicación como Skype o FaceTime con sus videollamadas acabaron con la redacción de anécdotas. Porque al final eso es una carta, la posibilidad de contarle al otro que ha pasado en tu vida, como te sientes y que va a pasar en escritos, en descripciones.
No digo que todo el mundo tenga el "talento" de escribir buenas cartas, pero creo que todo el mundo lo hizo en algún momento, por lo menos en las generaciones de los 80´s para abajo, cuando todavía enseñaban a escribir en letra pegada y los colegios se esmeraban por buena caligrafía a punta de planas.
Dejar de escribir y leer cartas es una pérdida de la imaginación, porque cuando escribes buscas plasmar con la mejor descripción posible una experiencia y al leer imaginas lo que el otro sintió o vivió (la magia de los libros y las cartas).
Me gusta escribir correos electrónicos. Me gusta pensar que tendré un lector fijo al otro lado de la pantalla que se emocionará con las letras. Es más, a veces escribo correos electrónicos con la firme intensión de provocar lágrimas, por lo menos una aguada de ojo y cuando voy de viaje he enviado postales pensando en la cara que pondrán mis amigos cuando no solo reciban facturas en su correspondencia.
Tengo esperanza de que en medio de los 50 correos que recibo a diario un amigo, una amiga o alguien decida escribir una carta por el simple placer de leer en algunas líneas que ha pasado. Me encantaría volver a recibir correspondencia, sentir el papel, conocer la letra del otro, ver si escribe con fuerza marcando las hojas con caminos invisibles o si usa estilógrafo o cualquier kilométrico.
Soy una nostálgica del correo.
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