Una película de terror: El ataque de las palabras sin tildes

No sé en que momento pasó, pero la ortografía dejó de existir. Lo noto en los mensajes de los chats, en los chistes sin tildes, en publicaciones de Facebook y los tweets.

Nos enfrentamos a una generación que se supone lee más que la anterior (‘Los jóvenes leen más que antes’ - El Espectador 09/16), sin embargo ésta ignora por completo la ortografía.

Errores imposibles como unir las palabras para comunicar sin espacios las ideas (aveces es a veces), parecen demostrar que la causa de todo es el afán. No estoy segura de qué, y dudo de que sea de protagonismo, porque para mí, que me encantaría vivir de las letras, la mala ortografía solo da mala fama.

Sin embargo, sostengo que la culpa la tiene el afán. Se trata de unas ganas de comunicarse que no les permite pensar antes de escribir ni escuchar. Ellos solo quieren comunicarse, no hacerlo bien, el "bien" es como un adorno. Solo quieren hablar, transmitir ideas que pierden importancia en los errores ortográficos más básicos (ke, q, bakano, etc).

Es fácil pasar por encima de la ortografía, porque ¿a quién le importa ese juego de reglas absurdas cuando es fácil hacerse entender sin ellas? Sobre el tema Steven Pinker, concluye en una charla de TED que el poder real de las palabras está en su vaguedad y en como el uso del lenguaje es simplemente una adaptación de la necesidad de cada uno. Debe tener razón, pero de todas formas, me da dolor de estómago enfrentarme a los errores de haches, eses con ces, zetas desaparecidas, ves y bes, todo parece una película de terror: El ataque de las palabras sin tildes. 




Lo peor es que a pesar de que la mayoría de programas (hasta las redes sociales) tienen correctores de ortografía, la ignorancia es tan grande que no vale la pena usarlos, o las rebeliones se revelarían como fotos. La ortografía se hace necesaria en la medida en la que sin ella las interpretaciones, que de por si ya son amplias, serían infinitas (de esto también se habla en el video anterior).

Yo perdí un trabajo por un error de ortografía y ahora una de las labores que hago constantemente es encontrar errores en textos ajenos. Evolucioné, pero me costó sangre, por así decirlo, admitir la importancia de la ortografía. Cuando me pidieron la carta de renuncia (despedirte por un error de ortografía no es "causa justa") me pareció lo más injusto del mundo, pero ahora que lo miro a la distancia, sí era justo. Es necesario ser exigentes con la ortografía, luchar por conservarla.

Las letras están tristes, las palabras que andan formando no tienen ni pies ni cabeza ortográficos. Quizá ya estamos en el futuro y soy, ya, una vieja estancada en un pasado de reglas ortográficas.

La rebelión de las letras.

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